Los problemas globales son claros. Y pululan por todas partes. Más o menos los mismos... asuntos medioambientales, corrupción, injusticia para con los más vulnerables, todo tipo de violencias y discriminaciones, desigualdad de oportunidades y brechas que se amplían entre pobres y ricos, países que sufren por sus deudas impagables, etc.
Todo esto es cosa de cada día.
Y si ante estos problemas mundiales planteamos una ética mundial? Una ética desde mínimos y propia de ciudadanos nuevos, maduros, críticos y con una cierta pasión por la utopía?
Hay ideas al respecto en Adela Cortina, Hans Küng y Leonardo Boff. Pero falta que alguien se tome esos aportes en serio.
Cortina no cesa de apelar a una ética que destaque los mínimos comunes a las grandes cosmovisiones, por ejemplo, las religiones. Es una propuesta laica pero no laicista. Valora y estima el legado de esas éticas máximas.
Küng opta por la ruta de un gran proyecto global que resulte de construir juntos una sociedad-comunidad mundial donde la solidaridad no sea una palabra linda sino algo más operativo y que decida en favor de los que más sufren.
Y finalmente, Boff agrega el aspecto medioambiental, el tema ecológico que hoy resulta esencial y, de no ser tomado mas en serio, puede llevarnos a todos a un futuro muy oscuro que mejor ni pensar mucho.
Y qué nos toca? Si somos ciudadanos maduros pues nos queda hace algo y pasar de obsevadores a actores. Los niños y jóvenes de Bélgica nos han enseñado mucho últimamente en esta línea.
Hacer algo... he aquí el reto y empezar por lo que nos es más inmediato. Eso sí que todos lo podríamos lograr.
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