Es más... toda propuesta que contenga un mínimo de afirmaciones fuertes y exprese alguna certeza, de inmediato, corre el peligro de ser tachada de prepotente, extremista, fundamentalista o... populista.
En medio de un tiempo cargado de dudas y pocas ideas claras, tener ideas y expresar alguna convicción parece peligroso. El peso del pensamiento débil revestido de único, las susceptibilidades de la nueva izquierda, la pobreza de la reflexión crítica de las masas, el imperio del llamado click bait y de las fake news hacen la atmósfera de este tiempo pesada y difícil de respirar a quien desea rebelarse y hacer ver que se puede ir un poco más allá de donde estamos.
Es cierto que es un tiempo difícil. Pero no veo razones para renunciar -por miedo a etiquetas o lo que sea- a pensar con cierto rigor, anteponer otras opciones a las de la nueva izquierda o a quienes desean un nuevo orden mundial o igualmente, enfrentarse a la mentira en la red con energía, lo mismo que a la superficialidad de los llamados influencers que, por un click, hacen o dicen lo que sea.
Hay que repensar con seriedad el puesto del ser humano en el cosmos y una noción de libertad más realista, se trata de reconstruir la esencia democrática desde la forja de respeto y tolerancia reales, sin extremismos; hay que animarse a recuperar la herencia occidental en lo espiritual y lo intelectual, hay que construir desde una promoción más eficaz de la solidaridad, sobre todo, con respecto a los más vulnerables y excluidos.
Puede ser que en esta línea, que espero no identifique nadie con populismo o algo semejante, puede que se pueda ir saliendo de presente momento incierto y sin un norte claro, de modo que la humanidad pueda, y obvio que puede y podrá, retomar su ruta histórica con más certeza y menos miedos o dudas sin dejar de notar la realidad indudable de que vivimos -nadie lo puede negar- y que podríamos llamar con una breve frase: un verdadero cambio de época.
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