lunes, 29 de abril de 2019

Filosofía, cambios y tecnología

En estos días hemos leído acerca de la intención del presidente de Brasil de limitar el apoyo del Estado a la promoción de profesionales en campos como la filosofía y la sociología.

Por supuesto que las reacciones no se han hecho esperar y se acusa al gobernante de limitar la formación de profesionales en quehaceres que se dirigen hacia el surgimiento y promoción de élites pensantes y críticas.

La razón sobre la que basa su propuesta el presidente brasileño es que urge atender áreas más útiles y con futuro para el actual mercado laboral y que se debe hacer un esfuerzo por favorecer la formación de tecnólogos y personas dedicadas a la ciencia.



Es claro que hoy día el mercado laboral va por donde va y que la vida de la universidad marca tendencia hacia áreas más y mejor acogidas por las empresas que van surgiendo o se consolidan.

La cantidad de estudiantes que llenan las escuelas y facultades de ingeniería, administración, informática o de diferentes áreas de la ciencia relacionadas con salud, es incomparable con el número de personas que hoy deciden matricularse en facultades de ciencias sociales o letras. 

Lo que no resulta claro es porqué preferir una realidad por otra y porqué limitar el deseo de un joven de dedicarse a las humanidades o ciencias sociales en vez de otras áreas cuando cree que sus aptitudes y vocación le llevan justamente en la dirección que no corresponde necesariamente con el boom laboral del momento o la moda tecnológica presente.

Sí, hacen falta personas dedicadas a la tecnología, a los servicios o a favorecer todo lo relacionado con la presente sociedad de la información y el conocimiento. Pero igualmente hace falta gente que piense, que interprete la realidad, que mire críticamente la ruta que sigue la humanidad de este tiempo y que advierta de lo adecuado o no de seguir el camino por el que las nuevas generaciones andan y que va mostrando giros y revoluciones que aún no comprendemos adecuadamente.



En otras palabras, una cosa y la otra. No limitar o cerrar opciones como promueve el presidente brasileño. Sería peligroso y sumamente empobrecedor para la sociedad y para la cultura. Y ello incluso para el mismo concepto de universidad... ella no sería ya tal si no es la Universitas que surgió en la Edad Media al calor de la Iglesia y cuyo corazón eran, precisamente, las humanidades.




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