sábado, 22 de junio de 2019

Juicios mediáticos, violencia, incomunicación... lo oscuro de las redes sociales

Cualquiera que haya vivido el paso de la vida sin internet a una vida marcada por la red, sabe perfectamente que no hay comparación entre un momento y el siguiente.

Las nuevas generaciones, incluso, no se imaginan cómo puede ser una vida en la que, de repente, no hubiera conexión ni red social alguna. De hecho, cada vez que una de las más populares redes sociales se cae por un par de horas el mundo se contrae, los corazones sufren y la realidad casi acaba deteniéndose a la espera de noticias y de la normalidad.

Me parece que las humanidades aún deben tratar de explicar todo lo que acaece y marcar un horizonte deseable de cara a una ruta que parece ir siempre a más.

Sin embargo, no todos esos frutos son maduros. Hay agrazones.

Una de esas agrazones es la incomunicación. Lo que ya McLuhan había anunciado acerca de la TV hoy se ha multiplicado por infinito. La realidad es que la comunicación real humana se ha afectado. Los encuentros personales parecen cada día menos frente a la idea de que es suficiente vivir la vida a puro mensaje de texto u otra forma de comunicación por mensajes breves, aparte de mal escritos y chats. Los  grupos de amigos, la vida escolar, el núcleo familiar, el vínculo matrimonial, en fin, todo se ha trastocado.



Otra agrazón que aparece en el horizonte presente de las redes sociales es el juicio mediático. ¡Cuántas injusticias por informaciones erradas, mal intencionadas o sencillamente falsas! ¡Cuántas famas liquidadas por un rumor y un montaje contra alguien! Se dice algo, se cree verdad y comienza el juicio y la destrucción. Una cosa lleva a la otra en cuestión de segundos. Rehacer el mal hecho luego es imposible.



Finalmente, la violencia. Cuando una persona se atreve a opinar contra el criterio de algunos, sobre todo, si se trata de grupos fuertes de presión, o colectivos determinados con fuerza mediática, o bien, posiciones sostenidas por agrupaciones políticas agresivas o sencillamente, contra lo que cree la mayoría, esa persona debe prepararse no para argumentos sino para ataques personales, palabras malsonantes, insultos de todo tipo y hasta puede correr peligro su integridad física. La mampara de lo anónimo hace a la gente repentinamente lanzada, violenta y hasta cruel.



Tres agrazones. Hay que buscar la manera de superar esto pues, de lo contrario, podrían acabar más esas realidades inicialmente positivas que son las redes sociales. Ya algunos pensadores -Zizek, Habermas, etc.- han hecho ver que urge un modo más civilizado de usarlas. Ojalá lo vayamos haciendo mejor en el futuro.

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