domingo, 19 de mayo de 2019

Mandamiento del amor e inclusión

Este domingo ha habido ocasión, en la liturgia cristiana, de escuchar mucho acerca del mandamiento del amor o mandamiento nuevo.

Ciertamente, un mandato que ya estaba recogido en otros momentos de la tradición judía pero Jesús agrega un elemento novedoso: amar como él ha amado. Y de paso, poner ese mandamiento de amor a los demás al mismo nivel que el mandamiento de amar a Dios por encima de todo.

El amor a los demás, el no hace a los demás lo que no deseamos que nos hagan los otros, es una exigencia extraordinaria y, de paso, muy poco cumplida a lo largo de la historia.

La historia humana es historia de guerras, atrocidades, venganzas, masacres, genocidios, etc... y un etcétera muy largo, tristemente.

El ser humano realmente es lobo del hombre. Es cruel. Parece que disfruta una enormidad ver sufrir a los demás y éstos, mientras más débiles y vulnerables pues mejor.

Sin embargo así no deberían ser las cosas.

En principio, los débiles y los pobres y los más indefensos deberían ser los predilectos de aquellos con más recursos, poder o influencia. Pero no es así. De repente alguien se creyó el discurso de la moral del esclavo y determinó que eso de la misericordia no tenía lugar ni sentido en el proceder humano.

Retomar hoy el amor y la misericordia es decisivo. Pero hacerlo en serio. El Papa Francisco ha hablado mucho de misericordia. Y ha hablado de la Iglesia como hospital de campaña. A él y a la Iglesia les falta más radicalidad para vivir el mensaje misericordioso del evangeliio.... y esto hacia afuera pero también hacia adentro. Con demasiada frecuencia se mira cómo se condena fácilmente a la gente, se señala, se formulan juicios sumarios y se excluye a muchos del amor y la comprensión. Hace falta pues, más evangelio y menos derecho, más inclusión y menos segregar.

En fin, el texto del evangelio de hoy parece que es un proyecto de vida a retomar.  La historia humana sería muy diferente si lo hiciéramos tal y como se debería. Igualmente es un imperativo que nos debe animar. Ganamos más de los que perdemos y, de paso,  en occidente seremos más consecuentes con el querer que subyace en el corazón mismo del cristianismo.


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